viernes, 9 de junio de 2017

Diego Rivera y Pablo Picasso; debutan dos originales en el Palacio de Bellas Artes de la CDMX

La amistad de Diego Rivera y Pablo Picasso fue breve, pero intensa. De 1914 a 1915 se encontraron en París. Eran los inicios de la Primera Guerra Mundial. Improntados uno con el otro, el muralista mexicano obsequió al pintor de Málaga su obra Composición cubista (naturaleza con una botella d´anis y tintero), que éste guardó con recelo en su colección personal. Y en la respuesta de agradecimiento, Picasso envió a Rivera una emotiva carta y una fotografía de su obra Farola y guitarra.
Por primera vez ambas pinturas originales se exhiben en México. Son dos de las 147 piezas que integran la exposición Picasso y Rivera. Conversaciones a través del tiempo. Son 45 óleos de Picasso y 54 de Rivera que establecen un enfrentamiento estético e histórico entre los dos artistas modernos que marcaron el siglo XX. No se busca compararlos, sino evidenciar los puntos de cruce aun en las obras que produjeron después de distanciarse. La muestra, que se inauguró anoche en el Museo del Palacio de Bellas Artes, exhibe 20 piezas más que en la versión que ocupó en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, Estados Unidos, de diciembre a mayo pasado. El curador Juan Coronel Rivera dijo que se sumaron obras prehispánicas y pinturas de museos internacionales que evocan los puntos de coincidencia, principalmente en su época cubista y sus referentes a raíces mesoamericanas y grecolatinas. Una conversación plástica que recibe al espectador con dos autorretratos, uno de cada artista que denotan una similitud en formas, técnicas e intereses académicos que después desdoblan en otras piezas como las interpretaciones que hicieron de la escultura Venus de Milo, con siete años de diferencia. Picasso realizó una versión más literal en 1895-96, y Rivera una simbólica en 1903; lo curioso es que ambos tomaron el mismo modelo para sus estudios en dibujos a lápiz sobre papel. De este regreso a la figuración y el nacionalismo, se exhiben obras como Tres mujeres en primavera (1921) de Picasso, y Día de flores (1925) de Rivera donde transforma figuras de los pueblos indígenas en iconos de su pintura.

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